Vaya por delante que mi simpatía no distingue gentilicios, distingue personas y colectivos. Me caen simpáticas les personas honradas, las personas de mente abierta que aceptan la diferencia como riqueza e intentan combatir sus propios prejuicios, los prejuicios tópicos y las falsas generalizaciones; me caen simpáticas las personas que en lugar de crear problemas se esfuerzan en solucionarlos, las personas que hacen del respeto a los demás una de sus normas básicas de vida, las que se esfuerzan en conseguir noblemente sus objetivos, las que luchan por la libertad y la justicia… En resumen, me caen simpáticas muchísimas personas sean del gentilicio que sean
Me caen simpáticos, en general, los pueblos del mundo, cada uno con su idiosincrasia, su cultura, su lengua, sus costumbres, todo ello opinable, discutible en algunos aspectos y, en otros, rechazable. Me caen simpáticos los colectivos y las comunidades que luchan a favor de los derechos humanos, tanto individuales como sociales y políticos.
Vaya por delante que mi simpatía por las personas que no muestran respeto, que insultan, que hacen de la violencia verbal, física o psicológica su manera de relacionarse con los demás, es nula. Como también es nula mi simpatía por las falsas generalizaciones y pretender hacer con ellas un corpus intelectual. Y nula mi simpatía por la ignorancia, las manipulaciones y las tergiversaciones de la historia.
Y vaya también por delante que mi simpatía por los grupos o colectivos que intentan imponer por la fuerza y sin ningún tipo de respeto sus ideas o su manera de entender el mundo y la vida sobre otros grupos también es nula. O ninguna, como usted dice.
Soy catalán, Sr. Valderribas, y me siento insultado no sólo como catalán, sino como persona sin necesidad de añadirle gentilicio alguno. Si me dejara llevar por la supuesta ira que pudiera provocar su panfleto (no creo que merezca otra cualificación) podría dedicarle muchos epítetos y muchos adjetivos. Pero mi sentido del respeto y de los valores democráticos me lo impiden. Y además, no vale la pena.
Tengo amigos castellanos, grandes amigos y grandes personas, tanto en Catalunya como en Castilla, y estoy seguro de una cosa: leyendo su escrito (sustantivo más que generoso) van a sentir tanta vergüenza como la que yo he sentido. Si ser español es ser como usted, que me borren.
No voy a rehuir el combate dialéctico en lo que vale la pena: ya le he dicho que soy catalán y para mi Catalunya es mi nación, con todas sus virtudes -cosa que usted no sabe ver- y todos sus defectos -y no hacen falta ni sus insultos ni sus mentiras para verlos. Pero yo, Sr. Valderribas, no lanzo Catalunya contra nadie ni contra ninguna otra nación, porque todas, todas sin excepción, también con sus virtudes y sus defectos, merecen mi respeto. Ser alemán no es igual a ser nazi, ser francés no es igual a ser chovinista ni jacobino, ser castellano no es ser imperialista ni “conquistador”, ser vasco no es ser terrorista, ser judío no es ser sionista. Y ser catalán no es ser lo que usted dice. Y vaya por delante mi respeto a fenicios y judíos. Aclare sus conceptos y sus ideas, Sr. Valderribas, porque está inmerso en un mar de confusiones que además son tóxicas.
Podría darle muchos más argumento, pero me excedería en el tiempo y en el espacio. Una última recomendación: no creo que ni usted ni los que piensan como usted le hagan un favor a España utilizándola con arrogancia y prepotencia como arma arrojadiza contra, según piensan ustedes, otras partes de España. Si es así, se auto-agreden. Tiene usted, y lo tienen también los que piensan como usted, un grave problema. Y lo tienen que solucionar si no quieren quedarse solos.
Atentamente,
Carles-Miquel Fauró i Sànchez