Tras hurgar en los resortes del amor y la felicidad, invita a una nueva excursión: ‘El viaje al poder de la mente’. Su obsesión es “entender lo que nos pasa por dentro”.
Comunista, abogado, economista, ‘conseller’, ministro de UCD, divulgador, ensayista y presentador. Y, sin embargo, no piensa en él cuando habla de las bondades de estar dispuesto a cambiar, sino en la fascinante plasticidad del cerebro. Su reto más reciente fue vencer un cáncer, pero asegura que ese trance no le cambió. El hombre que convirtió la ciencia en materia de ‘best seller’ conserva la curiosidad intacta, para alegría de su legión de seguidores.
–Sostiene que la intuición nos permite acertar más que la razón. ¿Entonces me fío más del pálpito que de la reflexión?
–La razón es un invento muy reciente, apenas tiene 10.000 años. En la historia de nuestra evolución hemos sobrevivido casi siempre gracias al pensamiento inconsciente. Por eso, cuidado, no despreciemos la intuición. Le daré una regla: si dispone de toda la información y tiene tiempo para analizar, use la razón. Pero si ha de decidirse rápido y no dispone de todos los datos, entonces haga caso a su intuición. Acertará más. A veces tener menos información es más útil.
–Sabemos cómo entrenar la razón, ¿pero cómo se entrena la intuición?
–No sabemos nada. Nothing. Y ese es nuestro gran drama. Yo hago la prueba con mis nietas de 8 y 12 años. Les pregunto: ‘¿Sabéis la diferencia entre ansiedad, que es un estado de alerta necesario para pasar un examen, y miedo, que es algo que corroe y paraliza, y que hay que evitar?’ Pues no saben nada. Se habla mucho del abismo generacional. ¿Qué abismo, si compartimos con los jóvenes la misma ignorancia sobre las emociones? No hemos aprendido nada. Por eso seguimos sufriendo los mismos dolores.
-¿Cómo se cambia esa situación?
-Prestándole atención a las emociones, que son la raíz de la mayoría de nuestras decisiones. Yo sé, positivamente, que en los próximos 50 años vamos a dedicar mucho tiempo a aprender a gestionar nuestras emociones. Nos va nuestra felicidad en ello. La nuestra no, la de las próximas generaciones. Porque en esto hay que empezar desde el vientre materno. La educación es clave.
–Hace cinco meses nació mi hijo. ¿Estoy a tiempo de evitar que sea otro analfabeto emocional? ¿Qué le cuento?
–Hay dos cosas que debe incorporar a la cabeza de ese niño antes de que cumpla siete años para que sea un adulto feliz. Primero: debe lograr que alcance una cierta autoestima y seguridad en sí mismo para lidiar con el vecino, y esto se le introduce dándole confianza en sus propios recursos. Segundo: ese niño debe ser tratado de forma tal que le queden ganas y curiosidad para seguir profundizando en el conocimiento de las cosas y de los demás. Es un proceso de I+D gratuito en el que le tiene que enseñar a aprender, soñar, predecir e imaginar. No es fácil, pero tiene siete años para conseguirlo.
–Si la mente es tan poderosa, ¿por qué nos entendemos tan mal?
–Porque llevamos miles de años sin saber lo que nos pasa por dentro. La gran noticia es que al fin empezamos a saber. Por ejemplo, ya sabemos que estamos programados para ser únicos. Esto significa que la influencia de la experiencia sobre la estructura neuronal es determinante. Es decir: que si reímos más, eso termina afectando a la forma de nuestro cerebro. ¡Es un descubrimiento revolucionario!
–¿El mejor cerebro es el de la persona más inteligente o el de la más feliz?
–Antes miremos qué es inteligencia. Los primatólgos han demostrado que la inteligencia precisa de tres cosas: una cierta flexibilidad para cambiar de opinión, una capacidad de representación mental para predecir lo que va a ocurrir y un cierto nivel de complejidad neuronal. Fíjese qué dato: el cerebro más inteligente es el más flexible.
–Con la mala fama que tiene cambiar de opinión.
–Sí, la gente es reacia. Pero todo en la naturaleza cambia, hasta la materia sabe pasar de líquida a gaseosa. ¿Entonces por qué nos resistimos tanto? Esto hay que corregirlo. Por algo en tiempos de crisis, evolutivamente, la manada elige a dirigentes más jóvenes. Justo ahora hay que tener el coraje de remangarse y cruzar el río.
–Usted supo cambiar. Fue comunista y ministro de la UCD de Suárez. Economista y divulgador de la ciencia.
–Porque solo me siento bien cuando estoy obsesionado con lo que hago. Y no recuerdo un escenario que me haya flipado menos, como dicen ahora, que el anterior. Siempre fui a más.
–Este libro cierra una trilogía. ¿Cuál será su siguiente obsesión?
–Algo hacia lo que me he ido acercando últimamente: la fusión de la ficción y el ensayo. El futuro va por ahí. Por eso, mi próximo intento va a ser escribir una novela donde trataré de explicar el comportamiento de la gente mediante la ficción, pero en función de conocimientos científicos. Oye, es fantástico.
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